Autor | Cela, Camilo José |
Editorial | DEBOLS!LLO |
EAN | 9788466342476 |
Colección | 0 |
Encuadernación | Otros |
Páginas | 648 |
Tamaño | 127cm X 189cm |
Primer volumen de los libros de viajes del Premio Nobel español Camilo José Cela, un recorrido por el norte y el sur de España. Los dos libros de viajes reunidos en este volumen están escritos en la estela del éxito obtenido por Cela con Viaje a la Alcarria (1948). Los dos tienen un origen común: el viaje que, por encargo del diario Pueblo, realizó el autor en el verano de 1948 por buena parte de España. A partir de las crónicas redactadas para la ocasión, Cela armaría, años después, Del Miño al Bidasoa (1952) y, en estricta continuidad, Primer viaje andaluz (1959), con los que confirmaría su maestría en un género en el que reflejó su amor al vagabundaje y su personalísima visión de las gentes y las tierras de su país. Reseñas:«Ninguno de los grandes escritores españoles, desde la generación del 98 hasta nuestros días, ha realizado un esfuerzo semejante por reflejar la vida y el paisaje de nuestra tierra.»Antonio Vilanova «Cela representa la escritura total, la escritura en acto, la escritura insomne, indeclinable y pugnaz.»Juan Manuel de Prada «Cela es a un tiempo tierno y cruel, lírico y bronco, áspero como una alimaña hambrienta y suave como un pájaro aterido. Es un heredero de la tragedia clásica, capaz de sumergirnos en las simas de la angustia y del dolor; y también un heredero de la picaresca española.»Juan Manuel de Prada «Uno de los escritores más radicales de todo el siglo XX. [...] Los relojes corren a favor de Camilo José cela, segundo a segundo, minuto a minuto, hasta marcar la hora exacta de sueterna maestría.»Alberto Olmos «El último gran escritor español, creador de fábulas, de lenguaje, de palabras, con una capacidad prodigiosa para expresarse.»Francisco Umbral «Su obra trascenderá las anécdotas y hará que se escuche su voz imprescindible.»Víctor García de la Concha «Cela buscó la notoriedad, pero también se exigió a sí mismo una prosa con la sencillez de Baroja y el fulgor de Valle-Inclán.»El País