Autor | Pardo, Jesús |
Editorial | EDITORIAL ANAGRAMA, S.A. |
EAN | 9788433910363 |
Colección | 0 |
Páginas | 432 |
Tamaño | 140cm X 220cm |
0Éste es un libro de memorias insólito, y posiblemente polémico, por la radical sinceridad de su autor, un excelente escritor que no duda en juzgarse con severidad a sí mismo, lo que permite una mirada no menos inmisericorde con los demás. Un libro que se desmarca de muchos textos memorialísticos al uso, convenientemente maquillados. Este libro está dividido en cuatro partes, tantas como lugares ha habitado su autor. El Sardinero, Santander, Madrid y Londres. El Sardinero fue su aprendizaje básico; Santander, simple alto entre dos patrias; Madrid, su lugar de aplicación práctica de lo aprendido en El Sardinero; y Londres, su lugar de reajuste, renovación y consolidación. Jesús Pardo se considera «tripátrida», es decir: sardinerino, madrileño y londinense, pero, sobre todo, sardinerino. El libro comienza con una evocación, tan detallada y exacta como su memoria lo permite, del Sardinero de los años veinte y treinta y del ambiente altoburgués del que se desclasó en cuanto pudo. Tras un breve intervalo santanderino en el que describe el ambiente pesetero y peligroso de esa ciudad en la que hasta los mendigos eran de derechas, pasa al ambiente de Madrid, centrado, sobre todo, en su vida literaria, que para el Jesús Pardo de aquellos años se reducía, casi exclusivamente, al Café Gijón, de cuyos contertulios traza retratos memorables. Luego está el Londres posbélico, en el que arraigó profundamente durante veinte años, viviendo en inglés y como inglés en una ciudad que los londinenses de ahora apenas reconocerían. Sus raíces inglesas, empero, estuvieron siempre matizadas por el anhelo de volver a España, de modo que cuando el diario Madrid, cuya corresponsalía en Londres era su ancla inglesa, saltó de un bombazo franquista, Jesús Pardo volvió a España sin apenas echar de menos su vida londinense, por la que, empero, quedó honda y permanentemente marcado. El libro termina en 1974, con esa vuelta a Madrid, a los cuarenta y ocho años de edad, porque ese regreso supuso para él un cambio radical: cambio de patria, de trabajo, de vida, de mujer; y transformación, radical también, de periodista en escritor, lo que había soñado ser su vida entera. Punto ideal, pues, este reencuentro con su idioma y su primer impulso vital, para poner fin a un libro de memorias que, sin la debida perspectiva temporal, correría riesgo de convertirse, de serio esfuerzo literario, en superficial reportaje periodístico.